Cuando se evalúan los liderazgos, al referirnos a mujeres, se habla de “liderazgo femenino”. Esto se debe a que las mujeres en el mundo de la empresa no han pasado inadvertidas. En Chile, por la velocidad de avance y representatividad, resulta interesante hablar de liderazgo femenino.
Por una parte, en los últimos años la participación laboral femenina alcanzó un 53,4%, disminuyó a un 42,9%, producto de la crisis del covid-19 durante el año 2020, y luego subió a un 51,7% (INE, 2023). El cambio que hemos visto en la representación femenina en el mercado laboral en Chile ha sido importante, pero no tan significativo como se esperaba, sobre todo si lo comparamos con otros países (en América Latina al 2020 era de un 56,9% (CEPAL, 2021) y en los países del Caribe de un 54% (CEPAL, 2021)).
Por otra parte, cuando se observa la alta dirección y las posiciones de liderazgo, para el 2022, las mujeres solamente han alcanzado a representar el 23,0% de los puestos en la línea ejecutiva principal y de directorios de las empresas chilenas que cotizan en bolsa. Este porcentaje persiste para el año 2023 (IMAD, 2023). Esto quiere decir que, las mujeres están presentes en el mundo laboral, pero su avance a posiciones de liderazgo no es suficiente y se ha estancado.
¿Por qué sucede esto? En la literatura existen múltiples explicaciones para la falta de representatividad de la mujer en la alta dirección. Una de las explicaciones es la falta de inversión en capital humano que hacen las mujeres a lo largo de su carrera. Otra de las posibles explicaciones es la cantidad de interrupciones que tiene una mujer en su carrera versus sus compañeros hombres; otra explicación es la existencia de “mommy tracks”, carreras que facilitan la conciliación trabajo y familia, pero que ponen techos a la carrera de la mujer.